No sabemos si existe algo así que se pueda catalogar como “la verdad”, pero sí es posible que existan muchas verdades y que eso le de un carácter infinito a ese concepto. “Verdad Infinita” el título sugerente que el cantautor Esteban Monge le dio a su primer álbum, es el reflejo de una de las preocupaciones filosóficas más antiguas y que en el contexto actual del 2024 tiene más vigencia que nunca.
Empezaré diciendo que llegué a este álbum muchos años después de su publicación, cuando conocí a Esteban en una de las tantas actividades que aún se organizaban posteriores a la lucha contra el TLC. Desde que le escuché la primera vez me capturó su forma de tejer la canción y cargada de preguntas más que de respuestas, invitando a reflexionar desde el lado más humano. A partir de entonces nos une la música y sin duda alguna una amistad profunda, por lo que es posible que mi reflexión esté sesgada por ambos afectos, pero es al menos mi “verdad” sobre este álbum.
El álbum del que hablamos es una declaración de principios, de un joven cantautor que se enfrenta al mundo sin ánimo de beatificación, reconociendo su filiación profunda por la sensibilidad humana, pero también su apatía ante quienes perturban la paciencia y lanzan palabras que son capaces de congelar el hielo. Desde su visión del amor y desamor, confronta desde las relaciones sentimentales, hasta la esperanza de aquellas personas que luchan por una sociedad más igualitaria. Nada en este disco es evidente, cada línea va presentando sutilmente el pensamiento y contradicciones de su autor.
Sin embargo, desde una mirada contemporánea, me parece que este trabajo musical adquiere mayor valor, porque todas y cada una de sus canciones tienen como eje principal la defensa de la imaginación, esta es la máxima que cruza con dureza. Esto en un mundo como el nuestro, en que se discute la capacidad creativa e imaginativa de las máquinas, en donde nos ahogamos entre certezas que abarrotan las redes sociales dominadas por influenciadores o “influencers” que nos saturan con su conocimiento express. Todo es express y si no lo es así lo exigimos: la verdad, la mentira, venganza y la justicia, -¿para comer aquí o para llevar?-. Esteban nos receta preguntas en vez de verdades enlatadas.
He re-escuchado este disco en este contexto que describo, y no puede dejar de pensar en estas cosas mientras sonaban las letras y los acordes. Puede que esta sea la única verdad infinita que Esteban deja colgada como certeza, es su defensa de la imaginación. Y es que en la construcción estética que el artista le da a esta obra se va perfilando una materialización de ese principio, hasta los silencios ayudan a percibir ese sentido imaginativo, de aquel niño que se sienta a buscar las estrellas en una ciudad atiborrada de luces.
Yo sé que Esteban no es profeta, ni tampoco ha querido serlo; pero a la luz de estos tiempos, su disco adopta un sentido mucho más amplio, tal vez porque fue escrito en el inicio del desastre actual o quizás porque nuestras preocupaciones no han cambiado tanto. Me sumo a la defensa que él hace, hoy más que nunca, para que el gozo de crear e imaginar no dependa de la ganancia y de lo inmediato. Por eso suscribo la verdad de Esteban, que es la de la pregunta permanente, de la curiosidad, de la paciencia y del amor profundo por la imaginación, a 25 años de su “Verdad Infinita”.
Que texto poderoso Wilson y cuanta admiración para ambos.
Esteban y Wilson ustedes son músicos conscientes y consecuentes, hijos de un momento histórico que los requiere y necesita para salvarnos de tanto enlatado inmediato.